martes, 2 de enero de 2007

Tasqueta J.J

Pequeño, alejado y de mal aparcar, sombrío y mal ventilado, la Tasqueta es uno de esos garitos a los que las parientas no gustan de ir y eso, en ocasiones, no está del todo mal.

¿Que por qué vamos allí?... sin lugar a dudas, por Juan el dueño de la Tasqueta. El mejor barman que yo haya conocido nunca. Siempre cordial, siempre amable. Juan recuerda tu nombre aunque haga más de seis meses que no te ve, simpático y de conversación fácil que prodiga lo justo y necesario, siempre que el curro se lo permite, pero sin llegar a hacerse pesado.

Y es que Juan tiene talento para estar detrás de la barra, un talento innato. Maneja los tiempos con facilidad, nunca se equivoca ni se atavala aunque el garito esté a rebosar. No deja nunca una ronda sin poner y mucho menos una tapa. Más bien al contrario, Juan maneja el arte del tapeo con una maestría digna de presenciar y que a mí, veterano como soy del arte de quintear, no deja de asombrarme.

En la barra de la Tasqueta SIEMPRE hay algo para picar, no falta el jamón de mono y las patatas fritas "a granel" y casi antes de poner el quinto ya está Juan con sus tapas. Las alitas de pollo son su especialidad, también gusta de ofrecer medio huevo duro con pimienta que con un quinto en la mano entra como dios. Se prodigan las tapas de morro, banderillas y más de cuando en cuando oreja de cerdo o pescaitos y si llevas los quintos suficientes, que no son pocos, hasta jamón. Pero no es su oferta de tapas lo que más llama mi atención, sino la impresionante maestría con la que Juan maneja los "tempos".

En los primeros lances, los más rápidos, cuando uno llega seco y los quintos entran bien, Juan pone la tapa antes que el quinto, para que no falte nunca. Cuando ya llevas unas rondas y el ritmo se relaja es cuando aparece la "tapa del quinto perdido", una segunda tapa que Juan pone en una ronda y que te rompe todos los esquemas. A partir de este momento tú ya no controlas el ritmo del quinteo, lo has perdido y sabes a ciencia cierta que nunca más lo vas a recuperar, estás a su merced. A partir de ese punto crítico pierdes el control, Juan tiene la baraja en la mano y reparte a su gusto. Y es que ya no existe el sagrado binomio quinto-tapa, se ha roto, a partir de ese momento tú pides un quinto para poder acabarte la "tapa del quinto perdido", y cuando acabas con la tapa, y casi con tu quinto, es cuando Juan te "encaja" otra tapa, la que en teoría corresponde al quinto que llevas en la mano y que ya te has bebido.

Con la tapa en la barra y sin líquido en el botellín, no te queda más remedio que pedir otra ronda y ya eres otra víctima más de Juan. Que repite y repite su mano hasta que no puedes más y no te queda más remedio que decir "Juan por favor, no pongas más, que se va a quedar ahí..."

Y es que está muy feo que un pitxorra renuncie a una tapa, y Juan lo sabe bien. Son de esas leyes no escritas que todos los feligreses conocemos bien, una tapa es un regalo que te hace el dueño y los regalos no se desprecian.




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