martes, 2 de enero de 2007

Punto de Encuentro

El Antonio es un tipo agrio, antipático; duro de carácter y duro de oído.

No sé como hemos acabado aquí, pero desde el cierre del bar Área los pitxorras deambulan sin hogar; reparten sus quedadas entre el bar Manolo, el Granada y últimamente, el Punto de encuentro.

Como bar no está mal, es mucho más amplio que el Área y está muy bien situado, es casi céntrico. Tiene el plus, fundamental para las quedadas futboleras, una buena tele y cuatro mesitas que ocupan las parientas aquellos días que consienten en acompañarnos a ver el partido. Pero todo eso apenas compensa el tener que aguantar al Antonio.

Como ya he dicho el tipo es seco, con una voz de cazalla que se entromete en mitad de las conversaciones sin previa invitación, de ideas fachosas (un poco racista, por decirlo suavemente) y por si fuera poco "merengón". Pero son sus ideas y como el mismo se encarga de recordar a la parroquia de vez en cuando, es su casa, así que si te gusta bien y si no ya sabes donde está la puerta.

El Antonio es además durillo de oído, creo que no oye bien por el lado derecho, de manera que cuando le dices alguna cosa y pasa de ti, nunca sabes si es que realmente no te ha oído o es que no te ha querido oír. De cualquier manera intento reducir la conversación a los mínimos exigibles por la transacción comercial que nos ocupa:
"Antonio, pon otra ronda" y poco más. Yo no comulgo con sus ideas y él lo sabe...

Pero no todo el personal del Punto es el Antonio, de ser así seguramente no habríamos vuelto el primer día que oímos una de sus sentencias. Pero volvemos y lo hacemos probablemente por sus tapas: rabas, patatas asadas, oreja... y los sábados cazuelitas de migas y de cocido: ¡IMPRESIONANTE!

La señora Virtudes no tiene rival en los fogones y eso compensa. El Antonio, que no es tonto, lo sabe bien y entre ronda y ronda va dejando caer en la barra los esperados platitos con regularidad. El Antonio no es simpático, pero conoce bien su oficio, eso no se le puede negar.


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