martes, 2 de enero de 2007

Madrid87

I. Del viaje

Discurría el año del señor de mil novecientos y ochenta y siete cuando una caterva de embarullados pitxorras concebía su particular asalto a la capital del reyno, disimulado este bajo la proclama de “viaje de estudios” aunque fuese pintada la ocasión para cualesquier otro menester salvo el propio del estudio.

Aquella debía de ser para los más de aquellos bisoños y aún barbilampiños zagales la primera de sus corredurías a más de un ciento de leguas de distancia del coño de sus madres, pero esa circunstancia no hacia menguar un ápice su ilusión por la contienda sino más bien todo lo contrario, pues azuzaba su deseo por ver mundo más allá de los confines de su Santa Coloma natal.

Era villa esta por aquel entonces muy temida más allá de las lindes que el río Besós dibuja, pues a ella se referían siempre como “la sin ley” los lugareños de la vecina ciudad condal. De inmerecida fama colmaban sus alforjas los mozalbetes mas no de otro acervo salvo de su ilusión, así que hubieron de empeñar los más de sus menos bienes con tal de recabar los maravedíes necesarios para acometer la tan anhelada empresa.

Apalabraron para la ocasión los servicios de un carretero con catanga propia que facia pasar las veces por carromato, aunque muy a su pesar y también al de ellos, no pasase aquel artefacto de cochambrosa tartana.

En tal embarcaron estos con dirección a la corte una fría mañana del duodécimo, bien de madrugada.

Pero si mala era la carreta peor era el carretero: malcarado y fideputa en los mejores de sus días, además de muy trasnochado ya, era este de aquellos fulanos que a fuerza de hacer el camino aprenden a esquivar los baches, mas no a caminar derecho. Alguna zapatiesta se terció con el malnacido y aún podría haber pasado a mayores de no ser por la certeza que estos tenían que, de producirse el ajetreo, su periplo habría acabado aún antes siquiera de comenzar. De esa forma aguantando carrete, carreta y carretero, arribaron a una venta que se hallaba, menos que más, hacia la mitad del camino y que era de visita obligada a cualesquiera que por aquella vía transitase. En ella pararon los viajeros con el ánimo alterado y con la esperanza de apaciguarlo a base de una buena ingesta de cerveza, que como es bien sabido, todo mal cura.

Acaecióles a nuestros pitxorras al arribar al mencionado mesón el sucedido que a continuación se describe.

Los viajeros entran en la posada y tal es la conferencia que en esta se mantiene:

Viajeros: Posadero.
(Nada)
Viajeros: ¡¡Posadero!! (en buena voz)
Mozo: ¡Vengo!
Mozo (con sorna): ¿Qué mandan vuestras mercedes?
Viajeros: Quince medianas.
Mozo (sorprendido): Sean quince, pues.

El mozo desaparece, los rapaces siguen con su cháchara mientras esperan.
...y esperan ... y desesperan.

Viajeros (entre ellos mesmos): ¿Cuanto pueden tardar unas cervezas? ¿donde habrá ido a buscarlas el mozo? ¡Mozo! ¡Mozo!

Mozo: Ya va, ya va.

Pero el mozo no aparece. Al cabo vuelven a insistir: ¡Mozo! ¡¡Mozo!! a viva voz reclaman.

Y vete aquí que después de la larga espera ven los viajeros aparecer al mozo de la venta trayendo unos humeantes tazones...

Llegan los primeros de estos tazones a la mesa y los viajeros se aperciben que no es cerveza lo que los colma, sino cocido de achicoria o algo semejante...

Indignados por tal rechifla se dirigen al mozo de esta forma:

Viajeros: ¿Que es esto que nos traes, mozo?
Mozo: Sus cafés señores. Disculpen la tardanza, pero quince son muchos cafes, si ustedes me entienden.
Viajeros: ¿Entender? eres tú quien parece no entender, mozo. Media hora hace ya que pedimos nuestras cervezas ¿y ahora nos vienes con estas?
Mozo (confundido): Miren sus mercedes que creo que se equivocan, quince cafés me pidieron y media hora llevo al fogón preparándolos, pues es pequeña la olla que para hervirlo usamos y he tenido que preparar tres tandas; tal ha sido el motivo de mi tardanza.
Viajeros: Mira mozo, que si esto es mofa tiene bien poca gracia. Cansados venimos del largo camino recorrido en esa tartana que ves ahí afuera y no traemos el cuerpo para guasas, así que haz el favor de servir nuestras cervezas y olvidaremos tu tardanza.
Mozo: Perdonen sus señorías pero no pidieron cerveza, sino café... y café les traje. Ahora no puedo llevármelo porque sino el amo querrá descontarlo de mi jornal y no estoy dispuesto a ello.
Viajeros (enojados): Haz venir a tu amo pues, que nosotros hablaremos con él.


El mozo se retira y vuelve con el posadero.

Posadero: ¿Qué desean los señores?
Viajeros: Cervezas... quince.
Posadero: El mozo me dice que pidieron ustedes café, quince para ser exactos.
Viajeros: Mire usted maese posadero, que no son infusiones lo que le hemos demandado con tanto apremio sino cervezas.
Mozo: Medianas me pidieron sus mercedes, y medianas son estas que traje.
Viajeros: Métaseuted ese agua caliente por donde le quepa, señor mozo. (Pues aún mozalbetes los pitxorras eran ya medio bachilleres y tenían un cierto manejo de la lengua del reyno).
Posadero: Por favor, haya paz señores.
Viajeros: Más de media hora hace que dura esta calaberada y empieza ya a oler a chanza...
Posadero: Discúlpenme ustedes pero no alcanzo a entender su problema. Pidieron medianas y medianas les ha servido el mozo. Si ahora quieren ustedes cambiar de parecer...
Viajeros: No hemos cambiado de parecer maese posadero, queríamos cervezas y cerveza queremos, medianas para ser exactos y no este calducho humeante que nos ha traído el mozo.
Posadero (pensativo): Disculpen sus mercedes la pregunta pero ¿de donde vienen?
Viajeros: ¿Y eso que mas da?
Posadero: Da señores, da. Creo comprender lo que aquí ha sucedido y tiene que ver con su procedencia.
Viajeros: De la buena villa de Santa Coloma venimos maese posadero, del condado de Barcelona, mas nada tiene eso que ver con el tema que ahora nos acontece.
Posadero: Tiene señores tiene y yo gustoso se lo explicaré si ustedes me lo concenden.
Viajeros: Venga pues esa explicación, a ver si aclara este girigay.
Posadero: Adivino que no son ustedes de estas tierras ya que de ser así sabrían vuestras mercedes que por aquí cuando alguien quiere un café pide un medio o mediana como han hecho ustedes.
Viajeros: ¿Y que se pide por estas tierras cuando uno quiere una cerveza?
Posadero: A eso por aquí señores, se le llama un tercio...


Aclarada la confusión, el buen posadero puso a los viajeros sus cervezas y se guardó para sí los cafés. Los viajeros pagaron sus cervezas y recuperando sus buenas maneras pidieron disculpas al posadero y al mozo por la confusión. Se despidieron y siguieron su camino...

...Y de esta forma aprendieron los muchachos que hay cosas que no se leen en los libros y que no hay manera de aprender si no es en el camino, como por ejemplo que
CON LAS LEGUAS HASTA LA LENGUA MISMA MUDA.



Dedicado a Dani, por los días que fueron.

by Andrés




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