jueves, 4 de enero de 2007

El Antibar

Uno se pone a escribir sobre este bar y la verdad es que no sabe por dónde empezar. No recuerdo el nombre que tenía por aquel entonces, pero independientemente de cuál fuese, en cuanto entramos por la puerta por primera vez, uno de nosotros (creo recordar que el Pollo) lo apodó Antibar. Y con el Anti se quedó, aunque postreramente en el cartel lucía un “Aý tú” que hubiese provocado el infarto instántaneo de cualquier miembro de la Real Academia de la Lengua Española.El Antibar estaba capitaneado por Rafa, un tío curtido, bajito, rechoncho, con voz cazayera, barba guarra de tres días y gafas siempre sucias que vestía con camiseta de tirantes de algún grupo heavy, bermudas, calcetines blancos y unas jotajayver negras. El Rafa no hablaba, gritaba (excepto a las mujeres, con las cuáles era todo un galán).Cuando cruzabas el umbral del Anti entrabas en otra dimensión. Era un bar viejo y sucio (más lo segundo que lo primero). El único local que he conocido en el que una mano de pintura obtenía el resultado totalmente inverso al esperado. Cada verano llegabas de vacaciones y te lo encontrabas pintado de un color más chillón, con las cajas de cerveza, la tele y las máquinas movidas de sitio, pero con el mismo aspecto de dejadez.Las tapillas del antibar eran excelentes cuando cocinaba su mujer, la cuál siempre lucía una dulce sonrisa. Los sábados hacía una fuente de callos que si no llegabas pronto no probabas. Algunos domingos te sorprendían con paella. Bravas, jamón, huevo duro, pan con atún, carne magra con tomate… y alitas de pollo, con un rebozado espectacular cuya fórmula compite en secretismo con la de la Coca-Cola. Y como tapa estrella, no por su sabor sino por su elaboración, “la chistorra al alcohol de quemar”. Sin duda estaba patentada por el Rafa. El tío sacaba una botella de alcohol, regaba los trozos de chistorra y le prendía fuego. Era brutal (recuerdo el día en que a uno de nosotros, no diré el nombre, bueno sí, el Herraiz, se le ocurrió apagar el fuego antes de que dejase de prender por sí mismo. Nosotros, empanaos con el fútbol, cuando nos llevamos un trozo a la boca directamente lo escupimos al grito de “cagüendios”!!!. Podéis hacer la prueba en casa degustando un trozo de chorizo mojado en alcohol de 96º).Las tapas fueron perdiendo fuelle al ritmo que hacía lo propio su relación marital, pero no es el fin de esta crónica ir por esos derroteros.Como en la mayoría de bares pitxorras, tuvimos una época dorada. En el Anti pasamos varios años de quintos, fútbol, remigios y dados. Pero sin duda, el momento álgido fue la despedida del Kuñao. El Rafa acondicionó el local para que pudiésemos iniciar la celebración allí (cena incluída) 25 personas. Creo que todos guardamos en nuestro cerebelo aquella noche (y en nuestra retina imágenes sorprendentes).La decoración del Anti se basaba principalmente en los objetos (sobre todo mecheros) que extraía de la máquina de pinzas. Un día, entre ronda y ronda, el Rafa nos confesó que por la noche bajaban la persiana y entre unos cuantos volcaban la máquina y él metía la mano por la puertecilla para sacar los premios.Cuando entrabas al lavabo te podías encontrar cualquier cosa (cuando digo cualquier cosa, realmente me refiero a cualquier cosa). Lo mejor fue cuando le dio por decorarlo con posters del Hot Video.En el Anti podías pedir seis cañas y te las ponía todas diferentes. Vasos, copas, jarras, daba igual, lo que pudiese pasar por limpio te lo encasquetaba. Eso sí, el verano que guardaba las jarras en la nevera de los helados fue el mejor, llegabas de la playa y te ponía una cerveza con escarcha… eso no tenía precio.Lo mejor de todo es que el Rafa era (es) un colega. Un tipo de éstos que camufla su sensibilidad proyectando una imagen de dureza exterior. Pero bastaba con rascar en la superficie para corroborar que bajo ese disfraz vivía un buenazo.El Rafa se levantaba los domingos a las seis de la tarde, se echaba dos litros de colonia y se repeinaba para atrás cual torero en plena faena. Era todo un personaje.Y como conclusión dos cosas. La primera dejar patente que no he hablado de la fauna allí congregada, ya que da para mucho y creo que deberíamos iniciar una nueva sección para este tema. Y la segunda, que todos los que hemos pasado por allí tenemos que dar las gracias por seguir vivos, porque no sé cómo no se nos llevó por delante la hija, cuando entraba con los patines…

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