jueves, 4 de enero de 2007

Matías (viejo Matías)

“Buenos días amigo mío” es el grito de guerra con el que recibe el Matías a su selecta clientela. Como en todo, para ganarte su confianza ha hecho falta invertir en muchos quintos, partidos de fútbol, tapillas y bocatas de jamón (del sucio, como dice el Pollico).El Matías es un visionario, un broker del quinteo que se dedica a comprar bares que están casi en quiebra y reflotarlos. Cuando ha conseguido que funcione, lo traspasa y se va a por otro. ¿Y qué consigue el Matías con esto? Pues aparte de dejarse la espalda imagino que dinero.Esta crónica no se centra en el Matías actual, en el popular barrio de Singuerlín (y no San Guirlín como escribió algún cafre que vendía su piso…) sino en el anterior Matías, el que antaño fuera el bar Trébol.Aquel Matías era un bar pequeño en el que se agolpaba gran cantidad de quinteadores y chateadores de vinillos. Entre los grupúsculos que se formaban había buen rollo, y la mayoría de ellos eran conocidos de etapas anteriores, (esto tienen los quintos, que fomentan el reencuentro). Al cruzar una cortinilla de esas que se ponen en las casas de pueblo para que no entren moscas, accedías al lavabo, que también era minúsculo (creo que es una premisa necesaria para catalogar a un bar como Pitxorra) y a un pequeño almacén (bastante limpio, todo hay que decirlo).Para evitar problemas de visionado y de incompatibilidades futbolísticas, el Matías tenía dos teles que siempre estaban encendidas. Pedirle un cambio de canal era (y es) jugársela. Si lo pillas de buenas te dará el mando “ponlo tú mismo amigo mío”, pero si le pillas de malas lo más probable es que haga un comentario del estilo “¿me ves parao o qué?” lo suficientemente alto como para que lo escuche todo el bar y en un tono que busca el sonrojo. Y es que esto tiene el Matías, que el viento regula su temperamento.Las tapas del Matías son muy buenas. Cocinan (él y su mujer) prácticamente todos los días, lo que hace que siempre comas caliente. Destaca la gran variedad del “menú”. Sepia con tomate, costillas, albondigas, morros, alas de pollo, pinchos, queso, jamón, almendras saladas (siempre tiene una bandeja de lo más apetecible) y todo lo que pueda ser cocinable. Lo bueno del Matías es que, a diferencia de otros, tiene el bar acondicionado para que después del quinteo puedas improvisar un tapeo, una comida o una cena. Los bocatas son generosos y las bandejas de jamón ibérico y queso espectaculares. Y si vas a desayunar, lo más probable es que ya empalmes con la hora de quintear.El Matías es madridista empedernido, no le importa gritar improperios mientras se disputan los partidos (y cuando no se disputan…), ni discutir airosamente sobre fútbol o lo que se tercie. Es de esa clase de personas que cuando tiene razón grita, y cuando no la tiene grita aún más para amedrentar a su oponente.La ubicación actual no es muy buena, pero algo tendrá este bar cuando seguimos yendo.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.