jueves, 13 de diciembre de 2007

Sagrera

- ¡¡¡¡Buenos días señoras y señores!!!! – El payaso bajaba los escalones del andén central con sus enormes zapatos rojos mientras hacía sonar el claxon que llevaba colgado al cuello “Moc, moc, moc”.
- ¡Alegría! ¿Qué son esas caras? ¡hay que sonreír! ¿Una sonrisita señora? - dijo a una mujer que se cruzaba con él en las escaleras, totalmente estupefacta.
- Moc, moc, moc – gritaba imitando el sonido de su claxon. – Moc, moc, moc – lo hacía sonar nuevamente. - ¡Alegría! Moc, moc, moc – claxon y grito al unísono.
Las caras de los pasajeros que esperaban el metro eran una mezcla de sorpresa, asombro e ilusión. Los pocos niños que había apretaban las manos de sus padres señalando al payaso con la boca abierta. El payaso vestía de amarillo, con tres enormes botones rojos y una flor gigante en el lado izquierdo. Llevaba una peluca naranja y verde y la cara pintada con una gran sonrisa en torno a la tan característica nariz roja. Se paró en el tercer escalón, utilizándolo a modo de tarima.
- ¡¡¡¡Buenos días señoras y señores!!!! – volvió a gritar. Esta vez ya había conseguido centrar la atención de los pasajeros de los tres andenes – La vida está inventada para ser feliz. No cuesta nada sonreír – Gritaba en un tono cantarín. – ¡Risas, palmas y alegría. No esté triste, mejor sonría!
Cada vez se dibujaban más sonrisas en los mismos rostros que pocos minutos antes transmitían cansancio y tristeza. Aunque algún “valiente” pasaba al lado del payaso, la mayoría de pasajeros que tenían que bajar las escaleras optaban por desviarse hacia los andenes laterales.
- Vamos a hacer un juego – gritó el payaso. – Cuando yo levante las manos, todos haremos palmas. – Acto seguido, se agachó hacia delante con los brazos estirados apuntando a sus enormes zapatones rojos y comenzó un tembleque recordando a los grupos de gospel. De repente, con un rápido movimiento se incorporó como si estuviese haciendo la ola en un campo de fútbol, acompañando el gesto con una mueca alegre. Ningún pasajero se atrevió a dar la primera palmada.
- Vamos a cantar una canción. Cuando yo levante las manos todos haremos palmas – repitió el payaso alegre, como si fuese la primera vez que lo decía. Y acto seguido inició el mismo baile de San Vito. La gente intercambiaba miradas buscando complicidad, comenzaba a notarse las ganas de seguir al payaso. Tras unos segundos el payaso se incorporó rápidamente, con una mueca también graciosa diferente a la anterior. Plas, plas, plas. Del final del andén central procedía el eco de unas palmadas. Plas, plas, plas. Otro sonido de palmadas. Plas, plas, plas. Algunos pasajeros que también se animaban. La gente giraba sobre sí misma para ver cuántos aplaudían.
- Muy bien por los valientes. Ahora vamos a hacerlo otra vez y aplaudiremos todos – gritó el payaso. Comenzó el ritual y enseguida se incorporó. Plas, plas, plas. Los aplausos esta vez eran muchos más. Plas, plas, plas. La gente aplaudía y sonreía. El payaso, viendo que más de la mitad de gente ya estaba participando, se puso a dar palmas con sus guantes blancos, tratando de marcar un compás. Plas, plas, plas. Las palmadas sonaban mejor. Plas, plas, plas. Los que quedaban por aplaudir se empezaban a animar. Los que llevaban maletines los habían dejado entre las piernas liberando así las manos. Plas, plas, plas. La sonrisa se había apoderado de los pasajeros. Plas, plas, plas. El payaso continuaba marcando el ritmo, seleccionando con la mirada a los pocos que aún no aplaudían e invitándoles a hacerlo. Plas, plas, plas. De repente hizo el gesto de parar y el eco de las palmas disminuyó hasta hacerse el silencio.
- Ahora que solo aplaudan los de este lado – señalando al andén de su izquierda. Plas, plas, plas – Comenzaron a aplaudir – No, no, no, gritó el payaso. Si no hay baile no hay palmas – Los pasajeros del andén de la izquierda dejaron de dar palmas y se mantenían atentos al payaso, que había continuado con su ritual. Cuando se incorporó con la mueca alegre, la gente comenzó a aplaudir. - Vamos, que se escuchen esas palmas, más fuerte! – Plas, plas, plas. Comenzaron a aplaudir más fuerte – Muy, muy bien – dijo el payaso haciendo el gesto de cortar. - Ahora les toca a los de este lado – señalando al lado opuesto – De nuevo comenzó el baile y cuando se levantó la gente de la derecha comenzó a aplaudir muy fuerte, sin duda para que sonasen más altos que los anteriores aplausos del andén opuesto. El payaso hizo el gesto de cortar y continuó. – Muy bien, muy bien, muy bien. Ahora le toca al andén central. - Los pasajeros permanecían atentos al baile del payaso, pero esta vez no comenzó el ritual. – A vosotros os toca saltar!!! – dijo gritando el payaso. Algunos se miraban, otros reían, otros hacían movimientos negativos con la cabeza en plan “hasta aquí hemos llegado”, otros parecían totalmente hipnotizados por el payaso y daba la sensación de que harían cualquier cosa que les pidiese. – Ánimo – continuó el payaso – El baile es muy sencillo – y comenzó a moverse – paso a la izquierda, paso a la izquierda, paso a la derecha, paso a la derecha, paso a la izquierda, paso a la izquierda, paso a la derecha, paso a la derecha. Vamos todos! – señalando al andén central. Los de los andenes laterales se reían y señalaban a la gente que comenzaba a imitar los movimientos del payaso. El baile parecía contagiarse y poco a poco el resto se iban animando – Paso a la izquierda, paso a la izquierda, paso a la derecha, paso a la derecha - Cuando el payaso vio que la gente que permanecía quieta no bailaría decidió dar por zanjado el asunto y continuar. – Ahora participaremos todos – gritó – Cuando los del andén central vayan a la izquierda, los de este andén aplaudirán – dijo señalando al andén de su izquierda - Y cuando vayan a la derecha darán palmas los de este lado – señalando al lado opuesto. Y el baile comenzó. Paso a la izquierda, paso a la izquierda (plas, plas, plas), paso a la derecha, paso a la derecha (plas, plas, plas). – Muy bien, muy bien, otra vez! – gritaba el payaso, sin duda contento de estar consiguiéndolo. – Paso a la izquierda, paso a la izquierda… - los del andén central parecían estar en una sala de aeróbic el primer día de clase – paso a la derecha, paso a la derecha – era increíble ver bailar, aplaudir y reír a toda esa gente – Paso a la izquierda, paso a la izquierda (plas, plas, plas).

De repente el sonido del metro hizo callar los aplausos. Los vagones aparecieron por el túnel y los pasajeros retomaron la compostura. La mayoría continuaba mirando al payaso, el cual parecía dar por concluida la función. Cuando el metro paró, se accionaron las palancas, se abrieron las puertas y las caras grises volvieron a hacer acto de presencia.

Dedicada a mi querida Ros, que me la explicó un día